30/1/09

"Venga, a ver quién es el listo que me dice qué son los sentimientos. ¿Nadie? ¿Seguro? Difícil respuesta, ¿verdad? Y para qué engañarnos, yo tampoco lo sé..."

Madrid, 1 de noviembre de 2006


Querida Paula,

Hoy te he vuelto a observar deshojando margaritas que no parecían darte la respuesta acertada, ¿me equivoco? Estabas sentada en una de las ramas de tu árbol favorito durante el corto tiempo que perduró tu no tan feliz infancia. Encogida sobre ti misma y sin dejar de arrancarle los pétalos a unos seres que no habían tenido la culpa del terremoto que te había sucumbido esta vez, sé sincera, mezclabas sentimientos acerca de lo ocurrido.

No sabría explicarte muy bien qué son los sentimientos. Tampoco lo que no son. Sólo estoy en la certeza de que si están ahí, es por algo. Siempre pensé que los seres humanos habíamos llegado hasta este lugar, la Tierra, con el fin de extender la inteligencia debido a que ella regía nuestro pasos. Sin embargo, con el paso del tiempo me di cuenta de que no era totalmente cierto, sino que por el contrario era gracias a los sentimientos por lo que lográbamos controlar ciertos defectos que se habían instalado en nuestra cabeza por la existencia de la inteligencia. Ni los juicios de valor tendrían sentido sin sentimientos de por medio.
No obstante, no es a esto a lo que quería llegar.

Es en este momento cuando más dudas de su amor. No te preguntes cómo lo sé, ni yo entiendo todavía ciertas cosas acerca de ti. Tras verte así, con la mirada perdida, ya cansada, después de horas con el mismo movimiento en tus manos – el de deshojarlas -, me quedé prendado por una marea de pensamientos que no se resignaba a dejarme escapar.

Posiblemente cuando hayas leído esto sea de noche y hayas dejado al árbol sin ninguna sola flor a la que consultar tu simple duda. Y ahora échate a dormir. Conociéndote me imagino que son las tantas de la madrugada y que estás con esta carta entre tus manos, seguramente maldiciendo a este yo que las escribe.


~ Saludos desde este insignificante mundo, el mío...]

24/1/09

"¿Quién no se ha sentido alguna vez prisionero de unas circunstancias o de una historia? Estoy convencida de que muchos de nosotros hemos pensado que seríamos más felices lejos de aquí, sea cuál sea el lugar. Hay personas que estamos hechas para ser libres. Así que, nada de cadenas, por favor...".

Enganchada a viejas pasiones,
se deshace de sus penurias.

Acomoda en su maleta
un par de fotos, un par de historias,
un otoño sin fin, un invierno sin retorno.

Amarrada a un fondo de hielo,
taciturno, helado, moribundo,
y sobre él, el mar que amarga.
La eternidad la agota,
y nada entre olas de hierro y márfil.

Prisionera del tiempo y del espacio,
aguarda en su cárcel, atada,
la que afirman que es su morada.
Pero un día el tiempo murió
y el espacio se acortó.

Cortadas sus cadenas,
los sueños vuelven a ella.
Las ganas de sentir, de emocionarse,
buscan el sendero aún no olvidado.
Todo sabe a libertad.

Y recogió su maleta, casi vacía,
no porque no hubiese lugar para más,
no porque no hubiese nada que agregar,
sino porque se quedó escondido,
encerrado con sus entrañas.

Cogió el primer tren que llegó.
No se fijó en su destino,
ni cómo volvería algún día,
tan siquiera en si lo haría.
Tal vez Londres, tal vez París.

~ Saludos desde este insignificante mundo, el mío...]